Un apellido y dos espadas hacen historia en los Panamericanos

Por AIPS América

7 de agosto de 2019

Por Yelimar Requena (Venezuela) – Periodista Joven AIPS América

LIMA, Perú, 6 de agosto de 2019.- Rubén Limardo parece que agoniza en el combate ante el cubano Yunior Reytor. Disputa la semifinal de espada individual, pero nunca se vio tan vulnerable. Cojea y una lesión en el codo limita sus movimientos, cada punto en contra aviva el dolor que trató de adormecer hasta horas antes de la competencia. Su experiencia le da la ventaja, pero las dolencias le impiden dominar el careo y su rival lo alcanza a 45 segundos del final.

La incomodidad es visible, pero al campeón olímpico de Londres 2012 lo motiva el rival que lo espera a un lado de la pedana para protagonizar una final histórica.

El reloj empieza a descontar un minuto. El primero que marque ganará la oportunidad de batallar por el oro. La semifinal anterior se definió de la misma manera y justamente el vencedor de ese cruce los observa con mucha atención, ansioso por conocer a su nuevo rival.

En tanto, Rubén regresa al combate, esquiva un par de ataques y cerca del final logra el punto de oro. Grita y brinca de la emoción. El esgrimista, que lo observaba desde una esquina y ahora lo enfrentará en la final, llora de rodillas y lo aplaude apenas recupera el aliento. Su nombre es Jesús y es el más pequeño de los hermanos Limardo.

La emoción de ambos venezolanos conmociona al público presente. No hay rivalidad alguna en ese instante. Están felices y claramente aliviados. La tarea más difícil ya está hecha. Ambos son historia, nunca antes unos hermanos habían coincidido en una final de esgrima en la justa panamericana.

Sin importar el desenlace, el himno nacional de Venezuela retumbará en el Centro de Convenciones de Lima y en el medallero los venezolanos tendrán una tercera medalla de oro y una tercera presea plateada. Lo que queda por saber es cuál de los Limardo subirá a lo más alto del podio. 

La duda de competir contra su hermanito se apodera por momentos de Rubén, pero su instinto de campeón olímpico prevalece. Hace gala de su experiencia y no se inmuta ante la irreverencia de Jesús. Inicia el combate disculpándose y advirtiendo que no va a regalar nada, va a batallar hasta el final. Y así es, se impune 15-8 para asegurar su tercera medalla dorada en Juegos Panamericanos. 

Y no, no es cosa de quedarse en solitario con la gloria, es más bien la necesidad de dar una importante lección al más pequeño de la casa.

«Es difícil como hermano y como padre, porque desde que falleció mi mamá quién anda detrás de los muchachos soy yo. Se te pone el corazón chiquito y te dices a ti mismo, bueno tú ya tienes juegos panamericanos, ¿será que?… Pero, honestamente creo que el mensaje que le di es más importante, él tiene que luchar hasta el final y ponerle corazón para llegar a dónde quiere», explicó el nacido en Ciudad Bolívar, que no podía dejar de celebrar el crecimiento de su pequeño. 

«Estoy orgulloso de mi hermano, yo en mis primeros Panamericanos hice un octavo individual y conseguí medalla de plata por equipos. Mi hermano está demostrando que está a la altura. Con esta ya son dos las finales en las que coincidimos, la primera fue en el campeonato panamericano de hace un mes y medio», recordó.

Por su parte, Jesús, con 11 años menos que el medallista de Londres, exhibe su presea plateada a a quienes lo ven como el futuro del esgrima venezolano. Su rostro -aun rojo de tanto llorar- expresa respeto y admiración por Rubén, pero también insinúa que vendrán muchas revanchas. A pesar de la derrota se confiesa feliz de regalarle dos preseas a Venezuela. 

«Después de la semifinal el objetivo ya estaba cumplido, aseguramos las dos medallas para nuestro país que era lo más importante. Por supuesto que quería el oro, pero mi hermano es un tirador de experiencia, me sacó la ventaja, se fue para atrás y me la puso difícil. Ya tendré la oportunidad de redimirme», aseguró sonriente. 

De cerca los observa feliz Francisco, el hermano del medio, sin poder disimular su felicidad, especialmente por la gran actuación de Jesús, quien a sus ojos será el próximo esgrimista venezolano con una medalla olímpica.

«Estoy orgulloso de mis hermanos, sobre todo del bebé (Jesús) que mostró mucha garra. Sin duda el va a hacer grandes cosas como lo ha hecho Rubén, mi mamá decía que si lo podía hacer uno también podían los otros. Rubén conquistó su medalla olímpica y estoy seguro que Jesús lo hará pronto. Es muy joven, tiene Tokio cerca, y si no es ahí será París 2024, pero estoy seguro de que lo va a hacer», afirmó claramente emocionado.

La felicidad de la familia Limardo se siente en toda Lima y se comparte en Venezuela. Han escrito un capitulo inolvidable en la historia de los Juegos Panamericanos.  

Guerrero de acero

Rubén Limardo, referente de la esgrima desde Londres 2012, ha lidiado con varias lesiones en los últimos años y se ha acostumbrado a combatir adolorido. En pocas ocasiones se hace pública la lucha interna que libra el guayanés para poder subir a cada combate. Sus dolencias le han impedido entrenar como debe y muchas veces lo han hecho pensar en dar un paso al costado. En estos Panamericanos la situación no fue distinta.

«Yo no quería participar por el descontento y las lesiones, ero después me convencí de que había que luchar y el entrenador me impulsó a hacerlo, sabía que cuando yo me montara en esa pista se me iba a olvidar todo», comentó Rubén, al tiempo que confesaba que incluso sugirió a su hermano Francisco para que tomará su lugar.

«Dios sabe lo que hace», afirmó sonriente, intentado disimular las dolencias que en las últimas dos semanas lo habían mantenido completamente alejado de la espada.

«Cuando dejé el mundial, solté todo y simplemente me quedé haciendo un poco de rehabilitación y ejercicio. Apenas el día de ayer (domingo) agarre la espada, probé el entrenamiento y le dije al profesor: me siento bien, vamos a ver qué sale mañana…. Afortunadamente, todo salió más que bien», añadió aun incrédulo.

Rubén va a continuar recuperándose de las múltiples lesiones que lo aquejan con miras a buscar, junto a sus hermanos, una medalla en Tokio 2020, porque ante sus ojos la dinastía de los Limardo recién comienza.  

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