El fútbol sudamericano aún llora la muerte de un grande del fútbol uruguayo, mundialista y campeón de Copa Libertadores con Peñarol y Nacional. Pero el Negro también pasó por Chile, donde en 1975 lució la camiseta de Santiago Morning. Un bohemio inolvidable.

Por Ignacio Pérez Tuesta – ipereztuesta@gmail.com

Luis Cubilla con la camiseta del Santiago Morning de Chile (Foto: Revista Estadio/Archivo CEDEP)

El fútbol chileno del frío inicio de mayo de 1975, tenía como protagonista a la cuarta fecha del Torneo Oficial de ese año. Épocas en que el principal campeonato del balompié criollo comenzaba muy entrado el calendario y finalizaba casi siempre en enero o febrero del siguiente.

Pero los hinchas no sólo estaban atentos a eso. También a los octavos de final de la Copa Chile, que tenía atractivas parejas buscando su paso a cuartos. Una de ellas era Magallanes y Santiago Morning, tradicionales y clásicos cuadros que por esos años militaban en Primera División, reeditando una vieja rivalidad.

En el partido de ida la Vieja Academia venció al Chago por 3-1 en el recién inaugurado Estadio Monumental, que posteriormente se cerraría por no tener las mínimas condiciones para jugar fútbol profesional. En ese partido faltó el gran conductor de los ataques de Santiago Morning, un uruguayo de 35 años que había llegado a pasar sus últimos meses en una cancha de fútbol. Fue una de las razones de la derrota.

Pero ese mismo charrúa, apareció en el partido de vuelta en Santa Laura. Y fue el gran responsable que los bohemios cambiaran la historia de esa llave ante su tradicional rival carabelero. El 4-1 final a favor de Santiago Morning ese 3 de mayo de 1975, no sólo marcó la clasificación bohemia a cuartos de final de la Copa Chile, sino que además una de las mejores actuaciones del gran jugador uruguayo: anotó dos golazos, uno de tijera y otro con impecable tiro libre.

Poca gente vio ese partido en Santa Laura y la mayoría no debe recordarlo. Este uruguayo nacido en Paysandú recorrió la banda derecha con la camiseta de Peñarol, FC Barcelona, River Plate de Argentina y Nacional de Uruguay, antes de hacer esos dos golazos en Independencia.

Casi siempre con el 7 en la espalda, el número reservado para los punteros derechos de antaño, el mismo que usó casi siempre en la Selección de Uruguay, como en los mundiales de 1970 y 1974. Traicionó esa costumbre cuando disputó con la celeste el Mundial de Chile 1962, poniéndose la 11 en la espalda, cosa que algunas veces también hizo con la bohemia tricota del Morning.

Pero él siempre por la derecha, dejando una colección de laterales izquierdos. En el Nacional, el Teniente, Playa Ancha, Sausalito, El Morro, Las Higueras, Federico Schwager, La Portada, Antofagasta, Temuco, el Fiscal de Talca y por supuesto, frente a las viejas maderas del Santa Laura, como cuando entre otras cosas clavó esa tijera y ese tiro libre, en ese partido de Copa Chile que poca gente vio y la mayoría no debe recordarlo.

El Torneo Oficial tuvo 34 fechas y este uruguayo que llegó a Chile con una figura lejos de ser atlética, jugó de titular 31 de esos partidos, sin ser reemplazado. El talento no tenía sustitutos.

Aquí anotó cuatro goles: a Concepción, Aviación, Huachipato y, por supuesto, a Magallanes, el viejo rival con la bandita de fondo. Pero esos meses con la V negra en el pecho estuvieron marcados por el gran habilitador que fue. Tanto que el goleador del Torneo Oficial de 1975 fue su compañero Víctor Manuel Pizarro con 27 tantos, la gran mayoría de ellos gracias a la generosidad charrúa.

Pizarro recordaría años después uno especial que le marcó a la U: “centro perfecto del Negro y cabeceé entre Quintano y Pellegrini”. En Santa Laura, claro, al parecer uno de los estadios en que se sentía más a gusto. Tanto que en el viejo recinto de Independencia hizo una de sus jugadas favoritas: tras volver loco a Antonio Arias de Unión Española, uno de los mejores laterales izquierdos de la historia de Chile, se paró encima de la pelota. El juez le puso amarilla, sin entender la picardía del Negro.

Uno de los mejores jugadores de la historia charrúa, quien también fue un exitoso DT, aburriéndose de ganar títulos nacionales en Uruguay, Paraguay y Colombia, aunque sus mayores logros son las Copa Libertadores con Olimpia en 1979 (sumada a la Intercontinental) y 1990. En 1989 perdió la final ante Atlético Nacional de Medellín por penales, año que había eliminado en primera ronda a Colo-Colo en el tongo con Sol de América. En esos años aún se podía hacer de todo.

Chile seguía apareciendo en su camino. En 1991 con Olimpia vino a jugar su tercera final de Libertadores, marcando un record. La derrota ante el equipo de Mirko Jozic no mermó en la idolatría de los seguidores, sino que agrandó la leyenda del Rey de Copas.

Esa tijera y ese tiro libre, en ese partido de Copa Chile que poca gente vio y la mayoría no debe recordarlo. En 1975 Santiago Morning vio los últimos destellos de talento de uno de los mejores punteros derechos de América.

Ese año Luis Alberto Cubilla Almeida se puso la V en el pecho, que hoy está más negra que nunca por el luto de ver partir a aquel de esa tijera y ese tiro libre, en ese partido de Copa Chile que poca gente vio y la mayoría no debe recordarlo.