Por Ernesto Ortiz (Uruguay)
MONTEVIDEO, Uruguay, 18 de mayo de 2017.- Nada de lo bueno y lo malo que nos ha pasado en FEPEDA/AIPS América, nada, pero nada de nada, se parece a esto que aún estamos sufriendo y tratando de digerir.
Creo que la muerte de Abelardo incluso, la tomamos de otra manera porque nuestro Presidente Vitalicio estaba muy mayor y aunque igualmente nos afectara, hasta podía ser esperable.
Unos días antes, nos deteníamos a recordar al Prof. Virgen, otro gran colega y persona que también nos dejaba.
Pero nada (nuevamente utilizo el adjetivo) ni en sueños ni apariencia, nos hacía presagiar esto con lo que culminó el Congreso de Seúl.
Les confieso sinceramente, lo que me pasó antes de ir a Seúl. Recordé mucho el Congreso de 2011 (en el mismo lugar), al que estaba preparado para ir con mucha expectativa y no pude ir (15 días antes debí cancelar mi presencia) por otras razones de actividad, teniendo una partida de ayuda autorizada de la Dirección Nacional de Deportes (de aquella época; hoy Secretaría Nacional del Deporte) y sin embargo ningún compañero del Circulo de Periodistas quiso viajar. Estuvimos ausentes teniendo el dinero para el boleto concedido en partida especial.
¿Por qué sería que desistían de ir a Seúl? ¿Por qué me generaba dudas la presencia esta vez? Qué cosa me hacía dudar que fuera un Congreso en fase positiva?
No lo sé, no lo puedo explicar realmente. No tengo idea porque mi cabeza mezclaba sensaciones.
Lo que pasó, como le dije a Gabriel, no tiene dimensión alguna, comparado con lo que nos deja su culminación. Triste, acongojante, dolorosa, impensada, inimaginable. A tal punto, que seguimos buscando – como Jorge – algo que nos diga si esto pasó o es que nos despertamos mal por el cambio de horario de la diferencia entre Asia y América.
No caigo en la cuenta de que Enrique no está. Repaso cosas y me cuesta admitirlo.
No hablo ni de discrepancias, ni concordancias, ni de sonrisas, ni saludos, ni lealtades, ni de abrazos ni de complicidades y afinidades, hablo de la vida, la puta vida que nos deja esa amarga sensación de que es ésta, es una sola y de ella no saldremos vivos. Y si quieren un ejemplo ya tenemos este tremendo y desmedido ejemplo.
Lo demás que pasó, créanme, ¡me importa un carajo!
No nos vacíes Enrique, no nos acobardes, que tu ausencia física no nos intimide, precisamos tu resplandor para seguir.