Kobe Bryant: Una leyenda dorada

Por AIPS América

30 de enero de 2020

Por Yulimar Requena (Venezuela) – Periodista Joven de AIPS América

CARACAS, Venezuela, 30 de enero de 2020.- Dolor, frustración, desasosiego y un terrible desconsuelo dejó la muerte del astro de la NBA este domingo en un accidente aéreo. El deporte en general se vistió de luto.

Deportistas de todas las disciplinas, aficionados, periodistas e incluso artistas se pronunciaron tras la irreparable pérdida, evidenciando el enorme vacío que quedó en el corazón de todos los que llegaron a conocer la historia de la Black Mamba.

En realidad no era enorme como la temible serpiente que le dio su apodo, pero no hizo falta. Su estatura que apenas superaba los dos metros de altura y sus modestos 91 kilos fueron suficiente para convertirlo en uno de los jugadores más temidos en la historia del baloncesto y un ídolo para la afición de los Lakers de Los Ángeles, con quienes jugó 20 años y ganó cinco anillos de campeón.Sus 33.643 puntos son la cuarta mejor marca de la NBA, únicamente superada por LeBron James (33.655), Karl Malone (36.928) y Kareem Abdul-Jabbar (38.387).

Su capacidad de encestar desde cualquier punto del tabloncillo era impresionante. Era ágil, veloz, intrépido, competitivo, calculador y preciso, tanto que llegó a anotar 81 unidades en un mismo partido (2006) para quedarse con la segunda mejor marca de la historia, solo por detrás de los míticos 100 puntos de Wilt Chamberlain en 1962.

Era una máquina y sabía bien qué hacer con el balón en la mano. No en vano facturó 60 anotaciones el día que se despidió de los tabloncillos, el 14 de abril de 2016. Tenía 37 años y 234 días de edad y dio aquel espectáculo como si te tratara del mismo joven que dos décadas atrás decidía saltarse la Universidad para sumergirse en la NBA. Pero claro no era algo nuevo para él, en su carrera consiguió una producción similar en seis ocasiones, una más que Michael Jordan.

En 135 ocasiones firmó más de 40 unidades e hizo un total de 62 tiros para poner a sus Lakers adelante justo en el último minuto de juego, haciendo realidad ese sueño que tenía desde los seis años y que confesó en el cortometraje animado «Querido baloncesto», con el que se despidió de los tabloncillos y ganó hasta un premio Oscar.

«Desde el momento que empecé a tomar los calcetines enrollados de mi padre y hacia tiros imaginarios para ganar un partido en el Gran Forum de Los Angeles, sabía que era una cosa real. Me enamoré de ti», confesó al comienzo de aquel audiovisual que se robó el corazón de millones.

«Siempre seré aquel niño, con los calcetines enrollados, la basura en la esquina, cinco segundos en el reloj, el balón en mis manos», añadió.

Kobe, con su mentalidad ganadora, se adueñó de la NBA y conquistó muchos otros terrenos. En disciplinas completamente ajenas a los tabloncillos, de seguro hay una foto de él con uno de sus principales exponentes. Era un hombre que amaba todos los deportes, quizás porque las dos veces que tuvo la oportunidad de ganar el oro olímpico para EEUU le enseñaron a amar la diversidad y respetar a los atletas en todas sus expresiones.

Sus 20 temporadas pasaron volando y pareciera que todas fueron como la 2005-2006, cuando se vio su mejor versión y terminó promediando 35,4 puntos con 5,3 rebotes y 4,5 asistencias en 41 minutos de juego. Siempre se vio gigante y, lo reconocieran o no, contaba con el respeto y la admiración de todos sus rivales y de la afición del baloncesto en general.

Todos sufrieron con él el partido del 12 de abril de 2013 en el que, frente a los ante los Warriors de Golden State, se rompió el tendón de Aquiles. Y todos sintieron un alivio tremendo cuando volvió en un tiempo récord tras ocho meses de recuperación. Las estadísticas y el reconocieron que nunca fue el mismo, pero eso nunca lo detuvo. Dio siempre lo mejor de sí y agotó todas las posibilidades antes de anunciar su retiro.

«Esta temporada te daré todo lo que me queda dentro, mi corazón puede soportar los golpes, mi mente puede manejar la rutina, pero mi cuerpo sabe que es la hora de decir adiós y eso está bien. Estoy listo para dejarte ir», expresó también en el ya mencionado cortometraje.

Aquella despedida fue dolorosa, sí, pero nada como lo de este domingo. Ese adiós tan abrupto fue desgarrador y su partida paralizó al mundo, centenares de atletas lloraron su partida y en la NBA le rindieron pequeños homenajes en todos los tabloncillos en los que vio acción.

Los aficionados de Los Lakers, entretanto, se reunieron a las afueras del Staples Center e instalaron altares en memoria del jugador y de su hija Gianna, de 13 años, que también falleció con él. En un abrir y cerrar de ojos las flores, afiches y velas se multiplicaron en el hogar del quintero dorado, la respuesta fue masiva. No podía ser diferente, no se escatima a la hora de despedir a un grande.

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