La Habana, Cuba, 3 de agosto de 2016.—
LOS ÁNGELES 1984
Transcurrieron 52 años y los Juegos volvieron a la insistente Los Ángeles, que sin éxito solicitó tres veces repetirlos, inclusive disputándolos a Montreal. Por tercera vez se asentaron en Estados Unidos, por cuarta en el Norte de habla inglesa y por quinta en el continente americano.
Héroes en Los Ángeles 1984. El marchista mexicano Ernesto Canto, el corredor brasileño Joaquim Cruz y la canadiense Lori Fung, reina de la gimnasia rítmica.
Pero el encuentro deportivo estuvo empañado por los largos tentáculos de la política, extendidos más allá del boicot promovido cuatro años antes por Estados Unidos contra la Unión Soviética por “la invasión” en Afganistán, que dejó a la cita de Moscú mermada en 83 Comités Olímpicos presentes.
Al Oeste estadounidense llegaron 140, pero sin los países del campo socialista en pleno se produjo una devaluación técnica evidente. Al comparar con la cita de Montreal 1976, estaban ausentes los dos primeros lugares del medallero y siete de los diez punteros.
Claro que el ser humano se amolda a las circunstancias. Los deportistas sobre todo. Una vez sumergidos en el ambiente competitivo tildan a los que no están como únicos responsables de sus ausencias y quedan totalmente convencidos de que las victorias pertenecen por entero y sin máculas a quienes las disputan.
Félix Savón, boxeador cubano, y Michael El Pato Johnson (USA), dos de los que brillaron en los Juegos del Centenario.
Los rumanos, salieron muy orondos con su cosecha histórica de 53 medallas (20-16-17) y el inimaginable segundo lugar del medallero detrás de Estados Unidos (83-61-30=174). Los alemanes occidentales anclaron terceros (17-19-23=59) y cuarta finalizó la gigantesca República Popular China en su debut olímpico (15-8-9=32).
Para los anfitriones abundaron los momentos memorables. Carl Lewis, apodado el Hijo del Viento, conquistó cuatro coronas de un tirón para calcar a su espectacular compatriota Jesse Owens que en Berlín 1936 ganó los 100, 200, el relevo 4×100 y el salto de longitud. Joan Benoit ganó la primera maratón femenina olímpica. El boxeo aprovechó la falta de cubanos para conquistar nueve de doce coronas, algunas a cargo de famosos como Pernell Whitaker o Tyrell Biggs, mientras Evander Holyfield cargó con bronce. Y luminarias como Michael Jordan y Pat Ewin prestigiaron su oro en el deporte de las cestas.
Otros nueve países americanos aprovecharon para estar presentes en la tabla de medallas, principalmente Canadá con un sólido sexto puesto (10-18-16=44), más ningún oro en atletismo. Lori Fung fue reina de la gimnasia rítmica. Especialista en pruebas combinadas, Alex Baumann se colgó dos de cuatro oros en natación. Hubo otros dos cetros canadienses en canotaje y en remo se llevaron el mayor orgullo del ocho con timonel. Una en clavados y otra en tiro completaron la decena.
Lo histórico de México, puesto 17, (2-3-1=6) fue el doblete en la marcha deportiva a cargo de sus fenomenales andarines Ernesto Canto (20 km) y Raúl González (50). Los brasileños (1-5-2=8) totalizaron como nunca antes para el lugar 19 y su estandarte dorado fue el ochocentista Joaquim Cruz, quien dejó a sus espaldas nada menos que al británico Sebastian Coe.
Pese a las condiciones favorables no abundaron los premios para Jamaica (0-1-2), lugar 28; Puerto Rico (0-1-1), 32; Colombia y Perú (0-1-0), 33 y Venezuela (0-0-3), 41, mientras República Dominicana, lugar 45, tuvo su primer medallista olímpico en el boxeador Pedro Nolasco.
ATLANTA 1996
Sucede muchas veces que los mayores deseos jamás llegan a concretarse. Que determinadas preferencias quedan sumidas en las sombras por muy lógicas que parezcan. Algo así ocurrió con la sede de los Juegos del Centenario, anhelados por la inmensa mayoría del universo deportivo para escenificarse en las originarias Grecia y su capital Atenas.
Pero la decisión del Comité Olímpico Internacional fue retornarlos a América por sexta vez y por cuarta a Estados Unidos, tan solo doce años después de la cita angelina, precursora de la etapa “comercial” de los Juegos, de borrar las pérdidas de antaño y generar ganancias mediante la empresa privada. En la meca de las transnacional Coca Cola fue prioridad obtener dicha sede y corrió todo lo que tuvo que correr para conseguirla.
Del lado opuesto opinaron que Estados Unidos, en su condición de líder histórico de los Juegos, era merecedor de una celebración de tal rimbombancia y recibir a toda la familia olímpica. Así fue. Los últimos Juegos del siglo XX y del II milenio exhibieron records de 10 318 atletas y 197 países. Recordar que después de Barcelona —cuando se autorizó y promovió la participación de profesionales—, hubo una multiplicación de Repúblicas ex soviéticas independizadas.
Asistencia de las naciones americanas, como nunca antes. Presentes las 42 integrantes de la Odepa, incluidas las 32 centrocaribeñas dirigidas por la Odecabe: Siete centroamericanas (Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá), más veinticinco islas o territorios con costas bañadas por el Mar Caribe (Antigua y Barbuda, Antillas Holandesas, Aruba, Bahamas, Barbados, Bermudas, Colombia, Cuba, Dominica, Granada, Guyana, Haití, Islas Caimán, Islas Vírgenes Americanas, Islas Vírgenes Británicas, Jamaica, México, Puerto Rico, República Dominicana, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Surinam, Trinidad y Tobago y Venezuela). A ellas se agregan ocho sudamericanas (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay) y las dos norteñas (Canadá y Estados Unidos).
Fueron Juegos de contrastes. En los que el inmortal púgil Mohamed Alí (Casius Clay) concentró la admiración del planeta durante el encendido del fuego olímpico. También los de un atentado terrorista en el Parque Olímpico que cegó dos vidas e hirió a centenares, no obstante utilizarse el argumento de su seguridad al momento de concederle la sede.
Estados Unidos volvió a encabezar el medallero, esta vez con 101 premios (44-32-25) en el nuevo orden con Rusia de segunda (26-21-16=63), Alemania unificada de tercera (20-18-27=65) y la pujante China por el momento en cuarta posición (16-22-12=50).
Entre 79 países ganadores de medallas destacó la presencia de otros once de América, aportadores colectivamente de 78 preseas (18-28-32), cifra insuflada por el botín de 25 (9-8-8) del octavo lugar de Cuba, su segundo más alto después del 14-6-11=31 barcelonés que la remontó por las nubes del quinto sitial olímpico.
Imposible mencionar en esta columna tantos hechos brillantes. Recordemos en síntesis los más sobresalientes. Cuarto trono seguido para Carl Lewis (USA) en salto de longitud, a los 35 años. Donovan Bailey (CAN), récord mundial de 9.84 en 100 y después guió al exitoso relevo de 4×100. Michael El Pato Johnson (USA) impuso otro primado inédito de 19.32 en 200 y ganó en 400, doblón imitado en femenino por Marie-Jose Perec (FRA), tan impactantes como los cetros latinos peleados por el ecuatoriano Jefferson Pérez en marcha de 20 km sobre favoritos mexicanos y europeos y el de la costarricense Claudia Poll en natación.
Se introdujo el fútbol femenino y comenzó la dinastía de Estados Unidos, mientras Nigeria sorprendía entre varones a brasileños y argentinos. Deleitaron las presentaciones del Dream Team II estadounidense, con Charles Barkley, Shaq O’Neal, Karl Malone y John Stockton , espectaculares jugadores de la NBA.
La potente novena de Cuba se coronó por segunda vez en béisbol y sus voleibolistas bien llamadas Espectaculares morenas del Caribe hilvanaron la segunda de tres míticas victorias consecutivas. La inmensidad técnica del boxeo cubano reportó tres plateados y campeones del calibre de Maikro Romero (51 kg), Héctor Vinent (63.5), Ariel Hernández (75) y el mítico completo Félix Savón (91), cuatro años tricampeón igual que los legendarios Lazlo Papp (Hungría) y Teófilo Stevenson. Cuba diversificó a otros deportes sus resultados coronando al luchador Filiberto Azcuy, a la judoca Driulis González y al levantador de pesas Pablo Lara.
A LAS PUERTAS DE RIO 2016
No es un secreto que la primera sede olímpica sudamericana, la brasileña Río de Janeiro, garantiza patrones idiomáticos, ambientales y culturales en general mucho más afines con las naciones del resto de América.
Cuando apenas quedan horas para el pleno accionar competitivo de esta séptima confrontación en territorio americano, nada parece impedir un nuevo liderato de Estados Unidos en el medallero. En cuanto a los restantes, un tanto arriesgado sería vaticinar incrementos de más de doce países en el medallero y más de 78 preseas a la cuenta general. En veinte años transcurridos desde Atlanta se ha progresado una enormidad. ¿No se anima a pronosticar?
