El atleta keniano batió en tres meses las plusmarcas mundiales de 10.000, 5.000, 3.000m obstáculos y lisos pero los boicots a los Juegos Olímpicos le impidieron ganar grandes títulos y luego cayó en el alcoholismo
POR ISMAEL PÉREZ
Y MARCO TAROZZIPUBLICADO: 15/02/2024
Rono cuenta con una hornacina propia en el altar de los santos atléticos del país por una hazaña que se resume en apenas tres meses de la primavera de 1978, cuando se apropió de cuatro récords mundiales que no le pertenecían, uno tras otro, a cuál más impactante.
8 de abril. Berkeley, Estados Unidos. Los 5.000 metros en 13:08.4. Cuatro segundos menos que el anterior.
13 de mayo. Seattle, Estados Unidos. Los 3.000 metros obstáculos en 8:05.4. Tres segundos menos.
11 de junio. Viena, Austria. Los 10.000 metros en 27:22.5. Ocho segundos exactos menos.
28 de junio. Oslo, Noruega. Los 3.000 metros lisos en 7:32.1. Tres seg
Fue una secuencia increíble en 81 días, a la que siguieron dos oros en los Juegos Panafricanos de Argel en los obstáculos y los 10 kilómetros, y el oro en los 5.000m de los Juegos de la Commonwealth de Edmonton en un año mágico de sus 26 años en el que ganó 30 de las 36 carreras en las que participó entre los tres kilómetros y la media maratón. Rono estaba para todo en mitad de ese ciclo olímpico maldito en el que se vio perjudicado por la geopolítica internacional.
Dos años antes no pudo competir en los Juegos Olímpicos de Montreal porque Kenia se sumó a los 26 países africanos que boicotearon la cita por la tibieza del COI ante la visita de los All Blacks de rugby neozelandés a Sudáfrica, un país con su política abiertamente racista del apartheid. Y en 1980, cuando Rono estaba listo para triunfar en los Juegos de Moscú, la invasión soviética de Afganistán en plena Guerra Fría provocó un boicot de 65 países entre los que de nuevo estaba el suyo, y sus intereses deportivos se doblegaban de nuevo ante la historia.
Esas decepciones no iban a ayudarle a superar los problemas que ya habían surgido en su vida. Desde el 76, Rono, niño de Kiptaragon, en el Valle del Rift, huérfano de padre desde los 7 años y pastor de un rebaño de vacas, y que hasta las 10 no fue a la escuela, vivía en Estados Unidos, donde estudió en la Universidad Estatal de Washington en Estados Unidos, donde ganó seis títulos universitarios entre el cross, los obstáculos y las dos millas bajo techo, donde también se sintió desarraigado y se vio rodeado de amigos interesados que quisieron aprovecharse de su éxito y su dinero.
«Era sólo un joven africano que había caído en el mundo occidental sin ser parte de él»
“Tenía el mundo en mis manos. Pero yo era sólo un joven africano que había caído en el mundo occidental sin ser parte de él. Pensé que entendía, pero no fue así. Cuando eres un campeón crees que puedes con todo, que tienes toda tu vida en tus manos. Habría aprendido rápidamente que la realidad es otra…». «Traté de arreglármelas solo, pero no era capaz. Esa situación me aplastó, todo era más grande que yo. Así fue como comencé a beber».
Rono consiguió esconderlo. Mientras avanzaba su alcoholismo, aún consiguió correr en Estados Unidos, Oceanía y en los grandes mítines europeos, y en 1981 todavía encontró las piernas para volver a batir su récord en Knarvik (Noruega) con 14:06.20. Y lo consiguió, por supuesto, de resaca. Aunque todavía ganó mítines al año siguiente, fue casi su último golpe.
El atleta keniano montó negocios ruinosos y cuando le abandonó el dinero también desaparecieron los supuestos amigos. Seis años después, terminó en un refugio para personas sin hogar de Washington, se ganó la vida como aparcacoches a seis dólares la hora en Portland y empezó a salir adelante. Dejó el alcohol, consiguió rehabilitarse y un puesto como profesor y entrenador en Nuevo México. «Cuando vivía entre personas sin hogar, pensé que era el punto más bajo. En ese punto, solo puedes subir. Si te hundes más, mueres. Si recuperas tu dignidad, volverás a ser un hombre libre».