Para cualquier entendido resultaba inconcebible una victoria cubana de forma global frente a Estados Unidos en Juegos Panamericanos, según el usual método de mayor cantidad de medallas de oro.
Enrique Montesinos (*) – enriquemontesinos@hotmail.com
A la altura del deporte mundial en los años 90 del pasado siglo —como hasta el presente—, la ventaja de ser sede juega su papel, más no es determinante, ni podía serlo, como tampoco la ausencia de cierto número de figuras en la delegación del poderoso país norteño, el cual de todas formas por su gran potencial deportivo debía mantener su tradición de líder general.
Sin embargo, los triunfos cubanos fueron sucediéndose de manera vertiginosa, en no pocos casos a costa de los enviados de Estados Unidos, y cuando faltaban apenas pocas horas para la conclusión de los Juegos, ya hubo muestras de incredulidad ante la inminencia del más espectacular éxito de Cuba y América Latina en el contexto deportivo hemisférico.
Resultó merecida recompensa para un país atenazado por agudas dificultades económicas, las cuales pese a surgir después de obtener la sede, no mellaron en lo más mínimo su espíritu, y con gran sacrificio terminó a tiempo todas las instalaciones, tanto en la sede principal como en la subsede de la oriental ciudad de Santiago de Cuba. Al unísono realizó una cita modelo de organización, por primera vez en la historia de los Juegos felicitada por la ODEPA en reunión con el Comité Organizador, donde agradeció la faena cumplida y galardonó con diplomas de agradecimiento a sus principales integrantes, sin faltar similar estímulo para el presidente Fidel Castro Ruz, por su indiscutible apoyo.
Calificados por el mexicano Mario Vázquez Raña, titular de la ODEPA, como los mejores Juegos de la historia, éstos contaron con la asistencia de los 39 países miembros de la entidad deportiva y la cifra también récord de 4.519 atletas, alojados mayoritariamente en un complejo habitacional edificado especialmente para servir de Villa principal y el resto en otro construido en la subsede, ambos con facilidades de las cuales se emitieron incontables elogios.
Se compitió en 31 deportes oficiales y en pelota vasca como exhibición; los eventos ascendieron a 353, otorgándose en definitiva 357 medallas de oro debido a los empates, tres en gimnasia artística y otro en ciclismo.
En el flamante óvalo panamericano del atletismo comenzaron a evidenciarse las dificultades de Estados Unidos, que perdió este deporte ante Cuba no solo por medallas de oro (18-9), sino también por el total, con 40 frente a 42. Las actuaciones más sobresalientes corrieron a cargo de Ana Fidelia Quirot, por segunda ocasión doble monarca en 400 y 800 metros, en tanto el brasileño Robson Caetano da Silva y la cubana Liliana Allen se convertían en rey y reina de la velocidad con sus dupletas en 100 y 200 metros planos y Javier Sotomayor acreditaba su segundo triunfo en las alturas ya investido como recordista mundial absoluto.
La realidad sobre el cuadrilátero superó con creces los pronósticos cuando el boxeo cubano se adjudicó nada menos que once coronas de doce, récord dificilísimo ni tan siquiera de igualar, para mostrar el abismo existente entre el pugilismo de la Isla y el resto del continente. En la escuadra figuraron fuera de serie de la estirpe de Félix Savón (91) y Roberto Balado (más de 91).
No menos brillante fue la actuación casi perfecta de los forzudos en la plataforma de levantamiento de pesas, al conquistar 29 de oro de 30 y mostrar calidad de excelencia con 28 marcas para los Juegos. El venezolano Humberto Fuentes se llevó la otra, en arranque de los 52 kg.
Tan sorprendente fue la faena cubana, que hasta logró su primer título en cuatro décadas de la natación panamericana, con primacía de Mario González en 200 metros del estilo pecho, convertido en todo un héroe. La cosecha de Estados Unidos fue victoriosa de nuevo en la piscina, aunque no arrasadora, 24 de 32 títulos, al dar paso a otros éxitos latinos, entre ellos los segundos en 100 mariposa del negro surinamés Anthony Nesty y de la rubia ondina costarricense Silvia Poll, en espalda.
Puerto Rico disfrutó hasta el delirio su triunfo varonil en baloncesto, así como haberle quitado a la novena de Estados Unidos el derecho a disputar el oro en béisbol, aunque después cayera ante la potente escuadra cubana 18/3, en choque donde el jardinero Ermidelio Urrutia, bateó de 6 6, con tres jonrones y siete carreras impulsadas, y hubo certera labor monticular del zurdo Jorge Luis Valdés, convertido antes frente a Canadá en autor del primer juego de cero jit cero carrera en todos los Juegos.
Las selecciones argentinas de hockey no permitieron demasiadas libertades a las canadienses y regresaron al sur con los cetros de campeonas, en tanto Estados Unidos dio la sorpresa al coronarse en fútbol con un 2-1 versus México, en tiempo suplementario.
La septeta cubana de polo acuático al fin consiguió una corona añorada, desbancando a la selección de Estados Unidos a la cual había asediado en las tres últimas ediciones con sendos subtítulos. El equipo de balonmano (m), sin embargo, conquistó el cetro en la segunda aparición, luego del subcampeonato en Indianápolis.
Sobresalieron además los triunfos por partida doble de las sextetas locales de voleibol, acontecimiento histórico por cuarta vez, mientras el femenino en particular conquistaba su sexto consecutivo, al conjunto de los potentes remates de Mireya Luis, proeza también acreditada por el béisbol.
Por otra parte, las brasileñas también prohibieron el metal precioso a las chicas estadounidenses en el femenino de baloncesto, de modo que resultó apreciable en los deportes colectivos la tendencia de lo mejor del deporte latinoamericano a realizar demostraciones cualitativas de altos quilates en un ambiente netamente propicio.
Al realizar el balance de los XI Juegos, quedó para la historia esa tabla general de medallas comandada por los isleños con 140 medallas de oro por 130 de Estados Unidos, independientemente de que por el total de premios el de aquel resultó superior, 352 por 265.
Al año siguiente el riguroso examen olímpico barcelonés ratificó el sobrado nivel cualitativo del deporte de la Mayor de las Antillas en esa etapa, con el inmenso quinto lugar ocupado en el medallero, un hito también difícil de repetir para la Isla, como de la misma manera el de los Panamericanos resultó un desenlace adverso virtualmente irrepetible para el poderoso deporte de Estados Unidos.
*MÁS GOTAS DE SABER
—El púgil argentino Elio Ibarra se llevó un bronce sin obtener victoria, beneficiado por el sorteo que lo dejó vacante en la primera ronda entre cinco contendientes. Perdió en semifinales con el campeón Roberto Balado en la categoría máxima de más de 91 kg. Igual metal en esa división, cuando era más de 81, ya había obtenido sin ganar el ecuatoriano Luis Castillo en San Juan’79, también vacante en primera vuelta y perdedor contra el puertorriqueño Narciso Maldonado, luego subtitular.
—Canadá se instaló en el tercer lugar general con ventaja mínima de oro sobre Brasil (22 por 21), aunque bien distante en total de premios. Canadá 22-46-59=127, Brasil 21-21-37=79. Además del baloncesto femenino y el bólido Robson Caetano da Silva, los auriverdes tuvieron satisfacciones en la pileta con su estelar librista Gustavo Borges, en 100 m y el relevo, y el espaldista Rogerio Romero, en 200, y otras significativas en atletismo: Eronildes de Araujo (400, vallas), Pedro da Silva (decatlón), José Mauro Valente (1.500) y Adauto Domínguez (3.000 con obstáculos).
—El quinto sitial correspondió a México 14-23-38=75 y el sexto a Argentina 11-15-29=55. Los mexicanos hicieron valer su potencial como fondistas y en la marcha deportiva, destacando los éxitos atléticos de los caminantes Carlos Mercenario (50 km) y Graciela Mendoza (10). Olga Ávalos se adjudicó el maratón y ganaron los dos 10 000 con Martín Martínez y Maricarmen Díaz, junto al 5 000 masculino por intermedio del estelar Arturo Barrios. Y los albicelestes, aparte de sus mencionadas coronas en hockey sobre césped, volvieron a depender fundamentalmente del patinaje, en cuyo sector femenino conquistaron seis cetros a los pechos de María E. Richardson, Rosana E. Sastre y Claudia Rodríguez, y un séptimo merecido por el equipo de hockey sobre patines.
—En el polígono de tiro se distribuyeron 38 juegos de medallas, segundo deporte en orden cuantitativo (después de los 43 del atletismo), en el cual los enviados de Estados Unidos mostraron su virtuosismo para adjudicarse la mayor cosecha de títulos, 24, igual cifra que los obtenidos en natación, de 32 posibles en este caso.
—Cuba también evidenció adelantos sorprendentes en la destreza con las armas, al lograr ocho coronaciones, entre ellas la del skeet con récord mundial a cargo de Guillermo Alfredo Torres, 224 platos (199-25) de 225, misma cifra de Dean Clark, al que le ganó 19-18 una espectacular ronda de desempate.
—Antes William Roy había tirado récord universal de 200-200 en la fase regular, pero se tuvo que conformar con el bronce al perder un platillo en la final de 25 disparos. Sin embargo, para Clark, Roy y su compatriota Michael Anti correspondió la corona por equipos con otra primacía mundial de 445 sobre 450.
—En la gimnasia artística finalizaba la era del gran Casimiro Suárez (iniciada en San Juan’79), con 19 medallas (13 de oro, 5 de plata y 1 de bronce) y comenzaba la del no menos estelar Erick López, con sus primeras cuatro doradas del gran total de 18 (más 3 plateadas y 1 bronceada) acopiado hasta la edición de Santo Domingo’03.
(*) Primer vicepresidente de AIPS América y autor del libro Juegos Panamericanos, desde Buenos Aires 1951 hasta Río de Janeiro 2007