Asunción, Paraguay, 30 de abril de 2015.- El periodismo deportivo paraguayo ha sufrido una impactante y sensible pérdida. En pleno apogeo de su trayectoria como versátil y excepcional comunicador, falleció Gustavo Köhn, victima de un cáncer ante el cual luchó a brazo partido una desigual batalla.
Pedro Garcia Garozzo – pggsport@gmail.com
Su enfermedad cobró notoriedad ante la solidaridad excepcional de deportistas, aficionados, colegas y ciudadanos en general que sumaron esfuerzos para ayudarlo en la puja contra tan terrible mal.
Pocos, contados con los dedos, son los fenómenos de formación autodidacta como lo fueron Carlos Alberto Gómez y Gustavo Adolfo Kohn Brizuela.
El primero nos dejó en 1987 en pleno apogeo de su carrera, a los 37 años. Diez años mayor y en similar exitosa trayectoria, se nos fue ahora Gustavo, el único caso absolutamente atípico de un advenimiento ya como figura desde su génesis en la comunicación deportiva.
Tenia 18 años. Acababa de graduarse en el Colegio de San José y de inscribirse en la Universidad Católica para seguir Ciencias Contables, cuando empezó su gran romance con la televisión.
Pronto, el periodismo lo envolvió con su atrapante magia y eclipsó la carrera universitaria, que sin embargo, le dio otra bendición en su vida: el haber conocido a Maura, que se convirtió de compañera de estudios en la fiel compañera de su vida, que estuvo palmo a palmo luchando a su lado contra el cáncer que lo consumió.
En una época en la que no había internet, ni telefonia celular ni televisión de cable siquiera, en la que ver un partido de la NBA o una carrera de fórmula uno, un torneo de Grand Slam de tenis, el fútbol americano, el rugby de Cinco Naciones entonces o las grandes peleas por títulos mundiales, estaba lejos de alcance no solo de los aficionados sino de los propios periodistas.
Con sus jóvenes 18 años, no había mayor diversión para él que estar ante las cámaras y ver por horas espectáculos deportivos provenientes del exterior que no había quién se quedara a acompañar. Grababa los partidos y aunque después en el noticiero apenas dispusiera de un minuto, aprovechaba alguna imágen fundamental para ilustrar y dar mucho más realce a un escueto informe.
Los estudios del canal, adonde llegaban las señales de todos estos eventos, que no se transmitían en directo por entonces, lo tenían a Gustavo horas y horas mirándolos, ilustrándose en grado superlativo, tomando apuntes y haciendo gala de su gran conocimiento del inglés para poder almacenar en su prodigiosa mente, todo cuanto podía acumular.
Así se graduó como el más avanzado autodidacta de todos los tiempos del periodismo deportivo paraguayo.
Su pasión por los deportes le hacía llegar a extremos, ya en nuestros días, que más de una vez en la previa de algún relato que compartimos, llamando a Maura para pedirle que le grabe un partido de rugby o un juego de la NBA que coincidía en su horario, con la transmisión en vivo en la que nos encontrábamos.
Nunca sin embargo lo vimos estresado, ante tanto trabajo, porque amaba lo que hacía y no sentía el esfuerzo, a excepción de la época corta pero sumamente agotadora en que asumió la función pública como ministro de comunicación.
El era periodista, el más versátil y completo, quien más conocía de cada deporte. No era político. En lo primero se encontraba como el pato en la laguna. La otra actividad no era igual, ni por asomo. Pero asumió un compromiso y lo supo llevar con gran altura.
Aún muy enfermo y enfrentando las primeras complicaciones pulmonares que el cáncer había generado, recibiendo oxígeno para poder respirar mejor, se fue a transmitir al estadio de la Federación Paraguaya de Vóleibol el que sería su último partido como relator, en el arranque del campeonato paraguayo, juego entre Cruz del Sur y Universidad Católica.
Narró con la sapiencia de siempre y sin que se note en absoluto el severo inconveniente respiratorio que empezaba a soportar.
Nos tocó trabajar a su lado en distintas épocas. En estos últimos años, fuimos bendecidos con otros varios compañeros con su dirección y respaldo. Era muy exigente, pero con razón, porque tenía un respeto superlativo hacia el público y esa manía de perfección, nos beneficiaba a todos para crecer.
El periodismo deportivo paraguayo está de duelo. Hemos perdido a un gran comunicador, a un infatigable obrero de los medios, amigo sincero y solidario. Lo vamos a extrañar y otra vez como cuando perdimos a Carlos Alberto Gómez y antes a mi padre, se repite la historia: comenzamos a dimensionar todo su valor, cuando ya no está físicamente con nosotros. Queda su ejemplo, aunque será imposible que aparezca otro fenómeno similar, pues parafraseando a Carlos de la Púa, al llegar Gustavo al periodismo deportivo, se rompió el molde. Le sobreviven su madre, esposa y tres hijos.