Por José M. Solís – jotasolis54@gmail.com
Asunción, Paraguay, 25 de agosto de 2015.- Cuando en 1936 el gran Jesse Owens ganó en Berlín los 100 y 200 metros, la posta y el salto largo se convirtió en leyenda. Ya después llegaron otros grandes de la velocidad pero nunca nadie pudo llegar a ocupar el sillón sagrado del americano. Hoy, por si algún manto de duda podría haber con respecto a quién tiene que ocupar ese trono real, el grandisimo Usain Bolt se encargó de volver a mostrar al planeta quien es el que debe estar allí sentado. Lo que Bolt consiguió creo que más nadie lo va a conseguir. Supongo que con el avance de los métodos de entrenamientos y las ciencias aplicadas al servicio del deporte alguna vez podrá tal vez superarlo. Sinceramente les digo que no lo creo. Y el jamaiquino no sólo supera a sus rivales en la pista cuando comienza a dar sus grandes sancadas y los deja atrás. Bolt empieza a ganar en la previa. Descontraido y afable transmite la seguridad del que sabe que puede. En sus rivales se percibe la preocupación de saber que están en frente a un grande de la historia del deporte universal. El gran campeón volvió a hacer magia en Beijing. Es cierto, ganó casi sin show, fue apenas una centésima la diferencia ante un también grande como Justin Gatlin, oro en Atenas y campeón del mundo años atrás, y que anduvo mejor que Bolt en toda la temporada. Hasta cuando Bolt? Y ojalá dure para siempre pero sabemos que no es así. Por ahora disfrutémoslo, hagamos nuestro su éxito como americanos, disfrutemos que sea contemporáneo, que lo podamos ver y escuchar por más que sea para la mayoría por televisión. Usain encontró en China la motivación para los Juegos de Río porque si ganando en los Juegos de Beijing y Londres se hizo inigualable, al ganar los 100, 200 y en la posta, ganando en Rio se convertirá en inalcanzable a la altura de los dioses del Olimpo.