Argentina, 18 de abril de 2014.- Cuando el avión se frenó en Aeroparque sentí felicidad, mucha. Había sido una experiencia inolvidable, 12 días a pleno en Cuba, que sin dudas marcarán un antes y un después en el camino que me queda.
Por Pablo Abelleira – faped.org.ar@gmail.com
Cuatro días después que el verano 2014 dijera adiós para siempre, partí con un sueño en el alma y el corazón en la mano. Me dispuse de esa manera porque quería escribir un capítulo nuevo en mi historia, no imagine que sería uno dorado que torcería el rumbo, para dirigirlo hacía un norte mejor.
Intentar explicar la experiencia en estas líneas sería caer en un error irremediable. Lo aprendido no solo a nivel profesional sino también personal se torna imposible de plasmar. Es que se traen aprendizajes hasta en los mínimos detalles.
Para que tengan una idea su deporte es amateur pero su periodismo profesional. En conversaciones citaban datos que parecían sacados de una PC colmada de estadísticas y lo explican con simpleza “ante la falta de internet, debemos guardar todo lo aprendido en la cabeza”.
Los límites, los obstáculos y las adversidades los transforman en personas con una inteligencia suprema. Y entonces surge el interrogante, ¿tendrían la misma capacidad con las facilidades nuestras?
La respuesta se las dejo a su criterio.
El respeto con el extranjero, su disposición para ayudarlo es constante. Solo con el objetivo que conozcas su forma de vida, la única que ellos tienen idea que existe y quizás por eso la aman tanto al punto de no aceptar otra manera.
Ante eso no extraña que su lema rece “No temáis una muerte gloriosa, que morir por la patria es vivir”. Parte impresa no solo en el himno sino en su transcurrir cotidiano; una herencia de su historia que marca el presente y me animo a decir por lo visto, indica su futuro.
Y lo más importante los amigos cosechados. Esos que al comienzo te decían “Argentina, Argentina”, lo aclaro no hay mayor placer que escuchar el instante que ese sustantivo sufre la metamorfosis a adjetivo para referirse a uno, traten de vivirlo se sentirán realizados.
Por ello comprendí porque suelen decir que cuando estas lejos te vuelves más nacionalista. Te dan ganas de esforzarte al máximo y llevar la bandera albiceleste bien arriba. Igual mi ego fue más allá y exigía que me digan Quimili, como mi pueblo amado.
Me fui por las ramas, me van a tener que disculpar, pero quiero contarles todo aunque ya aclaré que no se puede.
Decía de esos colegas, amigos desde ahora, con vivencias diferentes pero con idéntica pasión; con algunos compartía tantas ideas que sentí que los conocía de toda la vida.
Todas las noches eran iguales, sentarnos a discernir sobre deportes (en realidad era de fútbol) y en una de esas charlas un compañero de Colombia afirmó “podría pasarme toda la vida así”. Y en esa ráfaga del tiempo que se mezclaba con las tenues luces de aquella ciudad empapada por la calma socialista, comprendí que no soy un bicho raro en el mundo.
Sin embargo lo más importante fue lo aprendido a nivel profesional, el error en que estamos cayendo los periodistas actuales, producto de la exigencia del tiempo.
Hemos perdido la pasión por el trabajo, lo que trajo paralelo la falta de magia en nuestras crónicas. Tenemos que darnos cuenta que estamos en un lugar de privilegio, de enseñanza social y si continuamos con el expresarnos con un dejo de obligación, el público se transformará en frío, un ente sin corazón al recibir la información.
Como dije al principio yo redirigí mi brújula, yo estoy dispuesto a explayarme con la belleza porque es un placer mi profesión. Yo a Cuba llegue siendo un profesional y volví siendo un periodista deportivo de corazón.
El excelso José Martí lo enfatizó, “con los pies sobre la tierra, pero con las alas listas en la espalda para volar”.
Les hablo a ustedes colegas, hace rato que estoy parado y las alas siempre las tuve solo que ahora estoy dispuesto a desplegarlas, me dieron ese empujón que me faltaba. Por eso mi objetivo será que ustedes me acompañen en este vuelo a un viaje prodigioso.