Por Estewil Quesada – estque@hotmail.com
(Artículo publicado en El Tiempo de Colombia)
Barranquilla, Colombia, 28 de junio de 2016.- Con el ceño fruncido, serio, revisando con la mirada cada palabra, cada cifra, cada imagen, Rodrigo Valdés contempla entre las manos el tesoro que acaba de llegar de Barranquilla. Y descubre el guante blanco del centro y, en letras de molde en la parte baja, su apellido.
“No sé si lo vi… No le paraba bolas a na… Tantas cosas y tantos años…”, confiesa el excampeón mundial de boxeo del peso mediano, la mañana de un jueves reciente en la sala de su residencia del barrio Crespo, sin soltar el afiche de la primera confrontación con el argentino Carlos Monzón, en el principado de Mónaco.
Esa, la denominada ‘pelea del siglo’ –una de las pocas conocidas así, fuera de los pesos completos, en el mundo–, tres días más tarde (el domingo 26 de junio) cumpliría 40 años de su realización. Y el afiche –51,5 centímetros de largo por 37,5 de ancho, fondo negro y letras blancas, en francés–, una joya que cayó en manos del periodista en diciembre pasado, tiene como finalidad meter al cartagenero en el combate, tal vez el más importante entre latinoamericanos en toda la historia del boxeo.
El “no le paraba bolas a na” se refiere a su concentración desde que llegó a suelo europeo. Primero en París y, desde el domingo 20 de junio de ese 1976, en el hotel Loew de Mónaco, sin percatarse de medallas, monedas, camisetas, vasos, afiches y todo lo imaginable que podía comercializarse en torno a la promoción del pleito entre los dos campeones que unificaban el título mediano (Monzón era el campeón de la Asociación Mundial de Boxeo y Valdés, del Consejo Mundial de Boxeo).
“No guardo nada de esto”, dice levantando el afiche. “…Por allí (señala el corredor que da a las habitaciones) hay fotos de la pelea con Monzón (son de la segunda)”. Y entonces le recuerdo desde la antesala de esos 40 años.
Despojo y ‘guerra verbal’
Residenciado en Nueva York, adonde fue llevado por el periodista cartagenero Melanio Porto Ariza (Meporto), que vio su talento tras la derrota en Barranquilla contra el bogotano ‘Rudy’ Escobar, Valdés se instaló como retador obligado entre los peleadores de 160 libras, el primero de septiembre de 1973 al vencer al estadounidense Bennie Briscoe, en Numea (Nueva Caledonia), en la lejana Oceanía.
La categoría era dominada tanto en la AMB como en el CMB por Monzón, vencedor en 1970 del italiano Nino Benvenutti. Pero el argentino comenzó a evadir al colombiano y en abril de 1974, tras varias advertencias y al negarse a un control médico en la pelea con ‘Mantequilla’ Nápoles, el CMB lo despojó. A última hora se ofrecieron 18.000 dólares a Valdés para llevarlo a Buenos Aires, cifra considerada ridícula.
Valdés noqueó a Briscoe, en una segunda pelea, el 25 de mayo de 1974, esta vez en Mónaco. Y con dos campeones, el mundo comenzó a reclamar que, como en los pesos pesados, solo tenía que haber un titular en ‘la categoría reina’ (combinación de movilidad y pegada).
En paralelo con el desarrollo de sus carreras como campeones, sin ponerse de acuerdo en las condiciones para un enfrentamiento, ‘Tito’ Lectoure, dueño del estadio Luna Park de Buenos Aires y promotor de Monzón, y el estadounidense Gil Clancy, hombre importante en el Madison Square Garden de Nueva York y representante de Valdés, los dos púgiles se enfrascaron en una verdadera guerra verbal.
Monzón la había encendido mucho antes, en marzo de 1973, en declaraciones al periodista colombiano Fabio Póveda Márquez en Venezuela, con motivo de la segunda defensa del campeón wélter júnior de la Asociación Mundial de Boxeo, Antonio Cervantes, ‘Kid Pambelé’, ante el argentino Nicolino Locche, cuando la delegación de ese país creyó de manera equivocada en la reconquista del ‘Intocable’. “Valdés no existe como boxeador”, dijo Monzón.
Tras la cuarta defensa exitosa de Valdés, en París, frente a Max Cohen en marzo de 1976, y casi después de dos años de negociaciones, se acordó esta ‘pelea del siglo’, con la organización del promotor italiano Rodolfo Sabatini, que, según cifras oficiales, repartiría 275.000 dólares al argentino y 250.000 al colombiano, la mayor bolsa de la historia en las 160 libras, en un espectáculo que costaba un millón de dólares.
Esto aumentó la guerra verbal. A la prensa internacional, Monzón le aseguró que Valdés era “un tigre de papel”, en referencia a uno de los apodos del colombiano: ‘Fiera’. El expescador no se quedó atrás. En entrevista a Póveda Márquez, que más tarde serviría de promoción radial de la pelea en los informes que el periodista hizo desde Europa, Valdés, que sabía que su rival había protagonizado una película (La Mary) con su despampanante compatriota y amante Susana Giménez, lo calificó como “mariqueta empolvada”.
En ese junio, en América, Europa y el mundo solo se hablaba de la ‘pelea del siglo’. Y eran los tiempos de Mohamed Alí, con quien Valdés compartió el honor, en 1975, de Boxeador del Año por el CMB.
“Se considera la principal pelea de los medianos en muchas décadas”, se apuntaba desde el Viejo Continente, que se había apoderado de la realización de las peleas importantes de la categoría. Monzón, de 33 años, llegaba con 99 peleas (87 victorias –con 61 nocauts–, 9 derrotas y 3 empates) y 12 defensas mundiales. Además, con casi 10 años sin perder en 80 peleas. Valdés, de 30 años, con 57 –38 nocauts–, 3 reveses y 2 empates. Seis años sin derrotas en 26 peleas.
El domingo previo a la pelea, Valdés y su grupo se trasladaron de París a Mónaco. Y poco antes de la medianoche, su hermano menor, Raimundo, fue asesinado de una puñalada en el corazón en Cartagena. En medio del dolor, Perfecta Hernández, la madre, suplicaba a la prensa esconder la noticia, pero el boxeador se enteró cuando se despertó la mañana del lunes en el principado. Y lloró.
Monzón detuvo la guerra verbal y le mandó un mensaje solidario, recordando que él sabía cómo era eso. Un hermano suyo también murió asesinado en su natal Santa Fe, poco días antes de su pelea no titular en Roma contra Roy Dale. Valdés agradeció y dijo que estaba preparado para la pelea.
En el Caribe colombiano hubo preocupación por un daño en la señal de televisión los días previos. Pero Inravisión garantizó la señal. Todas las actividades se paralizarían en el país el sábado a las cuatro de la tarde. EL TIEMPO después publicaría que Bogotá se convirtió en una ciudad fantasma. El reporte de Venezuela, por ejemplo, era que un cuarto de la población, 3,5 millones de habitantes, vería el combate en directo. El interés era mundial.
Caída decisiva
Con el príncipe Rainiero y su hijo Alberto, actores de la talla de Omar Sharif, Jean-Paul Belmondo y Alain Delon, entre otros en ring side –varios de ellos visitaron a Valdés–, el estadio Luis II, sin cupo para uno más de los 10.000 aficionados de su capacidad (se estimaron 800 colombianos), comenzó la pelea, tal como se presentía: Monzón, aprovechando estatura y alcance.
Los primeros asaltos fueron del argentino, que tenía en la esquina a Amílcar Brusa, años más tarde entrenador de varios campeones mundiales colombianos, como ‘Happy’ Lora. Pero en la segunda parte, con la mayor variedad de golpes que se ha conocido a colombiano alguno, Valdés cortó la distancia y penetró en la guardia de Monzón, que por poco cae en el octavo. Valdés emparejaba y parecía subir en los dos últimos asaltos. Pero en el 14, el penúltimo, luego de ser estremecido por el colombiano, un derechazo de Monzón mandó a Valdés a la lona. Allí se decidió la pelea, con todo y que Valdés ganó el 15, desesperado, tratando de noquear.
La decisión del jurado francés fue apretada pero unánime para Monzón, con dos puntos de ventaja en dos oficiales. El argentino declaró que demostró que era grande, mientras que Valdés y su grupo reclamaron la victoria y criticaron al árbitro (“es el peor referee que jamás he conocido”, declaró Clancy). La prensa europea, que calificó la pelea de “asaltos brutales”, quedó dividida en cuanto al vencedor y una parte reclamó revancha (se dio un año después, también en Mónaco. Valdés lo tiró, pero perdió de nuevo).
Pelea de verdad
Ahora, 40 años más tarde, 21 de ellos con Monzón muerto, sin soltar el afiche, que no recuerda si lo había visto, Valdés cree que la decisión era difícil. “Se la dieron porque él peleaba mucho por allá… Una caída es un asalto, no es toda la pelea”, argumenta.
¿Fue tu pelea más difícil?
No, las más difíciles fueron las tres con Briscoe, que era un peleador fuerte.
Entonces, ¿después de Briscoe viene Monzón?
¡No! Más difícil que Monzón fue con (el colombiano Mario) Rossito, en el estadio Once de Noviembre (en Cartagena, en 1967, antes de irse a Nueva York). ¡Fue candela!
¿Y entonces Monzón?
Después sí con Monzón.
¿Fue la ‘pelea del siglo’?
Eso dijeron. Las peleas de antes eran peleas de verdá.