Por Pedro Garcia Garozzo – corporaciondeportivafenix@gmail.com
ASUNCIÓN, Paraguay, 20 de abril de 2021.- La pregunta que todos nos hacemos es: ¿Quo vadis futbol? El futuro abre una gran interrogante, ante la crisis instalada en el Viejo Mundo con la aparición del elitistico grupo de clubes que pretenden instalar una Super Liga, en franca oposición a las estructuras establecidas por FIFA y UEFA, organizaciones por ellos mismos montadas, para ordenar y gobernar las competencias. El manejo en nada transparente de los dirigentes de cúpula de estas poderosas organizaciones, ha desembocado en esta situación que pone al más popular de los deportes al borde de un cisma de incalculables consecuencias.
Hago la resalva que mi opinión es meramente personal y está muy lejos de pretender siquiera acercarse a un oráculo. No es campo de mi especialización por lo que es como pedirle un parecer en consulta médica a un alergista sobre un problema traumatológico.
Pero no pienso sacarle el brazo a la vacuna (cuando ansío que al fin llegue el momento tan esperado por la sufrida ciudadanía paraguaya en la presente pandemia), por lo que doy mi modesto punto de vista.
Es indudable por lo que está sufriendo la humanidad en este tiempo, que se empiezan a cumplir las infalibles predicciones bíblicas.
Ya el profeta Isaias había advertido: «Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo» El Gran Maestro de Maestros, Nuestro Salvador Jesucristo, lo remarcó mejor aún sobre el status de los últimos días, conforme se registra en Mateo 24, 11 y 12: «Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará».
Aplicando al conflicto de hoy estas sagradas verdades, los «falsos profetas» del fútbol, lideres de este movimiento, confunden lo bueno («el deporte») con lo malo («el dinero»). En puridad, no es que sea malo el bienestar y progreso económico, sino hacer que prevalezca este que no es el fin supremo del futbol, por sobre sus auténticos valores.
Evidentemente el señor Florentino Pérez y sus millonarios socios de los clubes poderosos del Viejo Mundo, le dan cero de valor al célebre endoso lírico de Ortiz Guerrero («no todo en este mundo es mercancía»). Para ellos, TODO es dinero, poderoso caballero al que hay que rendirle culto, sin importar que se pisoteen y destruyan los valores espirituales, la esencia misma del juego que lo hizo atractivo a través de los tiempos y se haga añicos el sano deseo de superación de los más débiles para hacerse fuertes. Ellos quieren cambiar la equidad y la igualdad por el privilegio y la discriminación. Pretender cambiar la libertad del fútbol por la dictadura de poderosos e implantar una desubicada monarquía en un deporte democrático.
No desconocemos que quienes más aportan por su jerarquía y sus lauros merecen ser reconocidos. Quizá el error grave de quienes manejan FIFA y UEFA que desató esta tormenta, sea el haberlos relegado. CONMEBOL en su momento, ante similar amenaza hizo las debidas correcciones y enarboló el principio de transparencia que reclama Pérez a Infantino, poniendo como ejemplo a la NBA.
Pero el camino emprendido entiendo que antes que llevar al fútbol a un mejor destino, le producirá un enorme perjuicio. Ya empiezan a surgir las amenazas y advertencias de sanciones a entidades y atletas que pueden perturbar incluso a la máxima competición de selecciones nacionales (el mundial) privándole de los astros que adhieran al nuevo proyecto.
Alguna vez, mi padre me enseñó de lo divina que es la palabra DEPORTE que comienza con la letra D de Dios y termina con la E de Eternidad, sustentada en genuinos principios y valores espirituales como grandes pilares. Si finalmente los mentores de esta iniciativa tan conflictiva y contradictoria, con cimientos exclusivamente materiales, alcanzan su objetivo de imponerla, la nueva liga, autocalificada con el vocablo que comienza con la S de Satán, llevarán irremiadblemente al futbol hacia un triste desenlace definido por el indeseable vocablo que comienza con la letra R (ruina).
Qué motivación tendrán atletas y entidades al saber de antemano que se les mutila la ilusión y la perspectiva de medirse con los mejores o más fuertes? Ocurrirá lo que temen quienes lanzaron esta desatinada idea que antes que «salvar» al futbol, hará que definitivamente pierda su interés pues vaya si será aburrido ver repetidamente a un Goliat peleando no contra David sino frente a un grotesco clon hasta el hartazgo.