Por: Pedro García Garozzo
ASUNCION, Paraguay, 18 de octubre de 2020.- Cómo cuesta escribir lo que no queremos. Cómo duele despedir a un gran amigo, ejemplar colega y quijote de la comunicación deportiva paraguaya, sin siquiera poder velarlo por este modo covid- 19 de vivir!
Esta mañana recibimos y tuvimos con dolor que difundir, la noticia que a la edad de 66 años emprendia el tránsito hacia la inmortalidad Juan Ángel Gómez .
Con el lacerante dolor en el alma nos pusimos a escribir en nuestros medios sobre su trayectoria, su vida, su ejemplo, su lucha.
Fue un exitoso comunicador de una trayectoria impresionante a partir de los 13 años (radios Nacional, Ñanduti, Chaco Boreal, 1º de Marzo, Mil, La Red de Argentina y Atyra), Canal 9 y Canal 13 de televisión (jefe de deportes en ambos), fundador director de la revista Super Deportivo entre 1986 y 1988, Director del Instituto Paraguayo de Enseñanza Periodística (IPEP) y catedrático del CPDP (Círculo de Periodistas Deportivos del Paraguay).
En esa evocación hay un periodo en blanco que salta y se proyecta hacia un destino desconocido, donde tuvo que refugiarse y vivir casi de incógnito, a consecuencia de desafortunados emprendimientos que causaron su ruina económica, pero que no terminaron con su vida profesional.
En 1988 (acababa de fallecer su ilustre hermano y mejor narrador deportivo del Paraguay de todos los tiempos, Carlos Alberto Gómez), tuvo que literalmente huir del país, agobiado por deudas y ante el acoso de implacables acreedores que amenazaban incluso con su libertad.
Estuvo un tiempo de Buenos Aires, asistido por un generoso colega y después un hermano de padre lo albergó en Montevideo, donde siguió haciendo periodismo pero sin aparecer en público.
¿Por qué tuvo que pasar Juan Ángel por esta verdadera odisea que marcó su vida?
Un colega, cuya identidad me reservo, comentó mi escrito en el portal paraguayo “Puro Deporte” con estos términos:
“Lo recuerdo como un propagador e impulsor de los deportes de nuestro país. Por querer difundir el deporte en televisión, Juan Àngel se endeudó en lo personal queriendo dar “lustre” a ésta disciplina. Los directivos del 9 no se pusieron a la altura de la circunstancias y todo siempre recayó sobre él que no se cansaba de solicitar préstamos, etc, para solventar lo costoso de “ese ejercicio”. Así, el querido Juan Ángel entró en un espiral del cual ya nunca salió!”
Gran verdad. Yo recuerdo que en una sola velada internacional de boxeo que solventó (Gimenez-Amparo) perdió unos treinta millones de guaraníes, una fortuna para la época (década de los ochenta).
Cuando volvió al país, arreglados todos los conflictos judiciales que había sufrido y determinaron su alejamiento, saltó otra vez a la consideración con un clamoroso éxito, siendo jefe de deportes de Canal 13.
Quizá el aporte más grande de este gran comunicador aparte de su decidido apoyo a todos los deportes sin excepción (y no solo al futbol como lo hace la gran mayoría) fue su afán generoso de transmitir sus conocimiento a los jóvenes aprendices de la profesión. Así fundó el Instituto Paraguayo de Enseñanza Periodistica (IPEP) y hasta sus ultimas horas fue docente del Circulo de Periodistas Deportivos del Paraguay.
Un hermano suyo comentaba hoy a un diario colega: “Él quedó ciego, igual procuraba. Venía a su casa un joven del Círculo de Periodistas y él enseñaba a algunos alumnos de forma virtual desde la casa. Él estaba lúcido, estaba bien mentalmente».
«Él quería informar, quería enseñar lo que sabía. Decía: ‘Yo quiero enseñar a los jóvenes lo que yo aprendí durante toda mi carrera de periodismo’. Esa fue su mentalidad siempre, hasta el último día».
Fue un gran luchador. Jamás se rindió. Hasta los propios facultativos que lo atendieron en sus horas finales, se sorprendían de su resistencia, después de sucesivos embates provocados por la diabetes (ceguera, pérdida del habla, sucesivos ACV y descompensaciones).
Otra colega, que lo ayudó desde su puesto de funcionaria del Hospital de Clinicas de San Lorenzo donde falleció, nos dejó esta reflexión final abrumada por la impotencia ante las necesidades extremas con las que golpean esas ultimas puertas los comunicadores: «No deberiamos terminar así los periodistas».