Por Gabriel Cazenave – gabriel@abc.com.py
ASUNCIÓN, Paraguay, mayo de 2020.- Paraguay, como país pequeño subdesarrollado, mediterráneo (sin costa marítima) y poseedor de nada enviadiables índices históricos de baja inversión en salud y educación, producto de décadas de administración deshonesta del dinero público, tuvo sin embargo ante la pandemia del covid-19 una reacción acertada y en el tiempo justo. Un ministro de salud, sin antecedentes en la política tradicional (no podía ser de otra manera), conciente de que la estructura de la salud pública paraguaya no estaba en condiciones de dar respuesta a una ola de contagios (como ya había quedado demostrado frente a la hasta hace poco vigente epidemia del dengue -enfermedad transmitida por mosquitos-), anticipó las medidas de distanciamiento social, cierre de fronteras, confinamiento domiciliario, ya en la primera quincena de marzo.
Lo que parecía un desatino, terminó convirtiéndose en una barrera efectiva y oportuna contra el enemigo globalizado, lo cual le brindó al Gobierno el tiempo necesario para equipar los hospitales, ampliarlos y adquirir los equipamientos para el personal de salud e incorporar, sobre todo, unidades de terapia intensiva, a un costo elevado de endeudamiento internacional, del que generaciones futuras deberán hacerse cargo, pero evitando lo que de otra forma pudo haber sido una verdadera tragedia nacional.
Al 25 de mayo, el número de contagiados llegaba a 865 y el de fallecidos a 11, con un alto porcentaje de infectados que corresponde a paraguayos que trabajaban en España, Argentina y Brasil, principalmente en este país, que perdieron sus puestos laborales a raíz de la pandemia y se vieron forzados a regresar al país en partidas que estuvieron peligrosamente amontonadas en los puestos fronterizos antes de poder ingresar al territorio nacional y ser llevados a albergues de cuarentena, en los cuales se produjeron muchos contagios.
Los casos de circulación viral en la comunidad sin conexión con los importados son muy escasos y eso genera perspectivas favorables.
La cuarentena protegió la salud, pero destrozó la economía. Los medios de comunicación no quedaron exceptuados. Hace unas semanas, varias empresas despidieron o suspendieron la relación laboral con más de 100 trabajadores, algunos de ellos con muchos años de trayectoria. En medios más pequeños, donde la vinculación de los periodistas con ellos es menos formal, la cantidad de afectados es difícil de establecer, pero lo cierto es que trabajadores independientes, aquellos que a través de los apoyos comerciales logran sus espacios en radios principalmente, están desvastados o, en el mejor de los casos, en suspenso, a la espera del retorno de las actividades deportivas, lo cual dificilmente ocurra antes de setiembre, una vez que se disipe el benigno, pero aun así temido invierno en el país (junio, julio, agosto), pues es una etapa en la que las enfermedades respiratorias habituales pueden sumarse al coronavirus, cóctel que nadie desea experimentar.