Juegos Olímpicos en América (II),
por Enrique Montesinos Delvaty

Por AIPS América

2 de agosto de 2016

La Habana, Cuba, 2 de agosto de 2016.-

* SAN LUIS 1904

Los Juegos de San Luis 1904, debut olímpico en América, formaron parte de una primera etapa de experimentos, invenciones y ajustes. En el marco de una Expo Universal, las competencias en 95 pruebas de 16 deportes se diseminaron a lo largo de cinco meses, entre el primero de julio y el 23 de noviembre.

 

Enriqueta Basilio y Alberto Juantorena

Enriqueta Basilio y Alberto Juantorena

Participaron 651 deportistas, apenas seis mujeres. Once países visitantes solo aportaron 42 competidores, por lo que la inmensa mayoría fueron estadounidenses que debieron competir entre sí en muchas oportunidades, lo hicieron ocasionalmente por otras banderas o como parte de equipos mixtos. De ahí su abultada cosecha de 242 medallas, desglosadas en 79 de oro, 83 de plata y 80 de bronce.

Entre tantos medallistas los más laureados fueron los gimnastas Anton Heida, pentacampeón con una sexta medalla de plata, y George Eyser (3-2-1=6), el ciclista de pista Marcus Hurley (4-0-1=5), el nadador Charles Daniels (3-1-1=5) y los atletas James Lightbody (3-1-0=4) y Archie Hahn, uno de los más renombrados por su rapidez con apenas 1.65 m de estatura. Le apodaron el Meteoro de Milwaukee y se coronó tres veces: en 60, 100 y 200 metros planos.

Una sede americana y sin embargo no cautivó al resto del continente, ni al colindante estado mexicano. Solo comparecieron el vecino Canadá y la cercana Cuba. Canadienses y cubanos conquistaron cuatro medallas de oro cada uno, igual que Alemania, trio directamente detrás de Estados Unidos en la tabla de medallas.

Un esgrimista formado en París, cuyo abolengo se hizo patente cuatro años atrás en los Juegos de la Ciudad Luz, volvió a prestigiar al deporte cubano. José Ramón

Etienne Desmarteau, Ramon Fonst y Babe Didrikson

Etienne Desmarteau, Ramon Fonst y Babe Didrikson

Fonst no solo repitió su corona olímpica en espada, pues además conquistó el florete, formó parte del equipo mixto ganador de esa arma y sembró en la historia a uno de los grandes campeones de la época. La actuación fue completada por el también esgrimista Manuel Dionisio Díaz, quien ganó el sable para un insospechado dominio cubano de las tres armas tradicionales.

Los cuatro tronos canadienses se archivaron en fútbol, golf, lacrosse y atletismo, que se llevó la mayor repercusión por tratarse de un oficial de Policía que decidió ir a los Juegos sin recibir permiso de sus superiores. Etienne Desmarteau lanzó más lejos que nadie el peso de 25 kilogramos (prueba descontinuada) y regresó como un héroe a Montreal.

* LOS ÁNGELES 1932

El cruce del Atlántico y de todo el país hasta el Oeste, o en su defecto atravesar el océano Pacífico, causó efectos negativos de participación en comparación con las citas europeas precedentes.

De todas formas, los Juegos en Los Ángeles 1932 fueron más cosmopolitas que los de 28 años antes en el mismo territorio de Estados Unidos. Acudieron 1.328 atletas de 37 países que por primera vez tuvieron una Villa Olímpica para los varones, se creó el límite de tres competidores por país en las pruebas individuales, y Juegos en el formato de 16 días mantenido hasta la actualidad solo con ligeras variaciones. Ajuste muy significativo, pues ninguna cita anterior duró menos de 79 fechas.

No crean que la proximidad aumentó mucho la participación americana. Siete invitados respondieron: Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Haití, México y Uruguay. Cuba, que dos años antes organizó los II Juegos Centroamericanos y del Caribe, estuvo ausente por agitación política en la Isla. Argentinos, canadienses, mexicanos y uruguayos figuraron en la tabla de medallas que una vez más lideró Estados Unidos con 103 premios (41-32-30).

Estadounidenses que pasaron a la historia fueron Mildred Didriksen y Eddie Tolan, ambos de atletismo, la primera conocida como Babe Didriksen ganó en jabalina, las vallas altas y fue segunda en salto alto. No compitió más por estar las mujeres limitadas a competir tres veces, pues de lo contrario se dice hubiera podido imponerse también en disco, relevos y salto largo. Tolan se introdujo en el coto inolvidable de los velocistas campeones en 100 y 200 metros planos.

Tres de oro le dieron a Argentina el lugar 11 en el medallero, inmediatamente delante de Canadá, que solo tuvo dos, pero en total 15 con las de plata y bronce frente a solo cuatro. De los 32 argentinos inscritos descollaron los boxeadores veinteañeros Santiago Lovell y Carmelo Robledo, titulares olímpicos en peso pesado y pluma, respectivamente. Con la plateada de Amado Azar, 18 años, peso mediano, superaron por medallas a Estados Unidos, aunque el anfitrión consiguió el desquite por puntos.

La tercera de oro y cuarta en total está indeleblemente grabada en la memoria deportiva argentina. La conquistó el ñandú criollo, Juan Carlos Zabala, ganador de la maratón con apenas 20 años para convertirse en el más bisoño campeón de la agotadora carrera de 42 kilómetros y 195 metros.

Canadá brilló en el atletismo con nueve preseas entre ellas la máxima colgada al cuello de Duncan McNaughton en salto de altura. Su segundo campeón olímpico fue boxeador del peso gallo, Horace Gwynne. México alcanzó dos subtítulos en boxeo y tiro deportivo, en tanto se afirma que Guillermo Douglas, solitario representante uruguayo, se llevó un bronce signado como el primer metal latinoamericano en el deporte de remo.

* MÉXICO 1968

Los primeros Juegos en suelo de América Latina. Imborrables para la afición deportiva. Después de otro largo plazo de 36 años, el escenario olímpico regresa a América, específicamente a un México insistente cuya sede no había prosperado en dos solicitudes previas.

Juegos de una época diferente, cuando gozan de una cierta mayoría de edad a partir de Roma 1960. Más continúan repletos de acontecimientos memorables. El largo estirón de 8.90 metros de Bob Beamon todavía incólume, el legado de Dick Fosbury, tildado de payaso en algún momento por mostrar al mundo su técnica de espaldas en el salto de altura, la aparición de las pistas sintéticas, del cronometraje electrónico automático, de las fotos de llegada y cronos inéditos de 9.9 en 100 metros, melodía interpretada por Jim Hines. El puño en alto, símbolo del poder negro, de Tommie Smith y John Carlos premiados por su uno-dos en 200 metros…

Los Juegos en que la corredora mexicana Enriqueta Basilio pasó a la posteridad no por brillar en su especialidad de 80 metros con vallas sino por ser la primera mujer honrada con el encendido del pebetero olímpico. Los Juegos en que el discóbolo Al Oerter capturó su fabuloso cuarto título consecutivo.

Momentos de plena guerra fría, con rivalidad acrecentada también en la arena olímpica por parte de las grandes potencias, que dejaba reducidas oportunidades de lucimiento al deporte de las naciones en desarrollo. Los mexicanos, privilegiados por su preparación, calidad y por su condición de sede con nueve premios (3-3-3), apenas aseguraron el puesto 15 de un medallero encabezado por Estados Unidos (45-28-34=107), Unión Soviética (29-32-30=91), Japón (11-7-7=25), Hungría (10-10-12=32) y República Democrática Alemana (9-9-7=21).

El oro mexicano del nadador Felipe Muñoz corrió por el universo deportivo adornado por su singular apodo de El Tibio por el origen de su madre en Río Frío y de su padre en Aguascalientes. No faltó connotación a sus campeones de boxeo Ricardo Delgado (mosca) y Antonio Roldán (pluma), junto a otros dos púgiles de bronce, el completo Joaquín Rocha y el famoso gallo Agustín Zaragoza.

Igual fueron recibidas con beneplácito por la afición latinoamericana las medallas de plata del marchista José Pedraza en los 20 km, el clavadista Álvaro Gaxiola en la plataforma, la esgrimista María del Pilar Roldán en el florete y el bronce de la nadadora María Teresa Ramírez en 800 metros estilo libre.

De las cinco medallas canadienses (1-3-1, puesto 23), la principal no emergió de estelares nadadores como Elainne Tanner o Ralph Hutton, plateados por dorados rivales estadounidenses, sino del equipo hípico de saltos con jinetes de la talla de James Day, Thomas Gayford y Jim Elder.

El deporte cubano insuflado por la Revolución de 1959 comenzó a mostrarse discretamente con el lugar 31 por cuatro subtítulos, dos en atletismo de sus relevos masculino y femenino de 4×100 metros, escoltas de Estados Unidos, y dos de Enrique Regüeiferos y Rolando Garbey en boxeo, deporte que se convertiría en la proa de sus méritos bajo los cinco aros, aunque por el momento fueran protagonistas los mexicanos y el minimosca Francisco “Morocho” Rodríguez, primer y único oro olímpico de Venezuela hasta la proeza del esgrimista Rubén Limardo en Londres 2012.

Brasil (0-1-2=3), Jamaica (0-1-0=1) y Argentina (0-0-2=2), lugar 35, 40 y 41, tuvieron en Nelson Prudencio y el bólido Lennox Miller a dos brillantes subcampeones en triple salto y 100 metros planos, lo mismo que el bronceado remero argentino Alberto Demiddi.

* MONTREAL 1976

Los Juegos retornaron al continente americano más pronto de lo esperado. Apenas ocho años después de México y ya estaban de nuevo en el Norte para debutar en la Canadá de los Grandes Lagos. La etapa de descolonización a partir de los años 60 dio lugar al surgimiento de países independientes que, integrados al movimiento olímpico, propiciaron rebasar el centenar de participantes, 112 en México y 121 en Munich.

Sin embargo, la sede de Montreal hubo de conformarse con 92 asistencias luego de 22 países africanos protagonizar el primer boicot por permitirse participar a Nueva Zelandia, cuyo equipo de rugby había realizado una gira por la racista Sudáfrica, violando acuerdos universales para aislar a ese régimen del apartheid.

Cada cual podrá tener su favorito, pero según nuestra visión latinoamericanista fueron los Juegos de la mítica hazaña de Alberto Juantorena, el corredor que dejó boquiabiertos tanto a los profanos como a los entendidos del mundo atlético con su histórico doblón en 400 y 800 metros planos.

El Elegante de las Pistas (por su vistosa zancada) o El Caballo (por resistir tantas carreras en tan pocos días) fueron apelativos surgidos de manera espontánea por quienes jamás presenciaron triunfos tan singulares sin imaginar que cuarenta años después fueran virtualmente irrepetibles porque a nadie se le ocurre siquiera intentarlos.

Pese a su dominio global del atletismo, los estadounidenses vieron doblegada a su estrella de las dos vueltas Rick Wohlhuter y humillados a sus otrora invencibles cuatrocentistas. No dudaron en proclamarlo Atleta del Año 1976. Y es que sus victorias no respondieron a calificaciones o decisiones arbitrales siempre subjetivas, sino a los implacables sistemas de medición que magnificaron su faena dictaminando récord mundial en 800 y el crono de todos los tiempos a nivel del mar en 400.

El deporte cubano comenzó su escalada entre los diez mejores del planeta. Si la Unión Soviética (49-41-35=125) y la República Democrática Alemana (40-25-25=90) consiguieron desplazar al tercer lugar a Estados Unidos (34-35-25=94), Cuba se instaló en el destacado octavo lugar como segunda nación de América, con 13 medallas (6-4-3), incluida otra inédita victoria en judo varonil.

Su abanderado Teófilo Stevenson logró el segundo de tres títulos que lo inmortalizaron en el peso máximo del pugilismo olímpico. Los boxeadores de Cuba conquistaron otras dos de oro y dominaron el deporte con ocho medallas (3-3-2) de once posibles.

Jamaica (puesto 21) vibró con el portento de la velocidad Donald Quarrie, amo de los 200, segundo en 100; México (25) trepidó con su andarín dorado Daniel Bautista, y Trinidad y Tobago (26) se vistió de lujo con el humano más rápido, Hasely Crawford, mientras los anfitriones canadienses (27) no concretaron un campeón, si bien once medallas (0-5-6).

Entre los 41 países ganadores de al menos una de bronce figuraron otros cuatro de América para completar la decena. El púgil Pedro Gamarro dio una de plata a Venezuela (34); el famoso saltador Joao Carlos de Oliveira y una dupla de velas, dos bronces a Brasil (36); el bronce del boxeador Clarence Hill constituye la única medalla olímpica de Bermudas (37) y el mismo metal del boxeador Orlando Maldonado fue el segundo de Puerto Rico (37) bajo los cinco aros.

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