La Habana, Cuba, 27 de abril de 2015.- Llegar al aeropuerto José Martí. Expectativa al máximo por conocer por vez primera un país del que destacaban amigos y conocidos periodistas, de un alto nivel educativo. Sin saberlo, una respuesta de una funcionaria marcó la primera impresión que tuve de Cuba. “Yo no sé cómo se llena ese documento si nunca he viajado”, respondió la dama con voz fuerte y mirada de pocos amigos al consultarle lo que debía escribir en un renglón del papel de la aduanas.
Por: Rubén Polanco (Panamá)
Aunque su respuesta para la cultura de mi país resulte grosera, nunca lo percibí de esa manera. De inmediato asumí que lo que dijo es el reflejo de lo duro que ha sido la vida del cubano en 56 años de bloqueo económico. La mirada de la chica reflejaba desesperanza y tristeza: nunca ha viajado.
Un taxi me traslada hasta el Costillar de Rocinante, el residencial del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, donde acudía a participar del X postgrado en Periodismo Deportivo.
El conductor del taxi de unos 30 años entabla conversación conmigo. Me pregunta por la música de Panamá. Le digo mis preferencias: salsa, reggae y típico (música tradicional de mi país). Me puso a escuchar reggaton y salsa cubana. En el camino calles viejas, algunas en mal estado. Casas y edificios conservan los diseños de la época colonial, nada que ver con los rascacielos modernos de Panamá.
En 10 minutos de viaje en el taxi, me preparé mentalmente para asimilar todo lo que encontraría y dejar atrás la comodidad de mi casa. Y así sucedió al llegar al Costillar. Tras registrarme, un empleado del lugar me ayudó con las maletas y las cargó por la escalera. No hay elevador. El periodista colombiano Orlando Salazar fue mi compañero de habitación.
El clima por estos días es más caluroso que en mi tierra. Un amigo cubano me lleva en moto a conocer y caminar por La Habana Vieja, que es el Casco Antiguo de la capital cubana. El recorrido fue clave porque me ayudó a entender la idiosincracia del país. Desde ese momento y hasta la fecha, he despejado mis dudas y a todo el que conozco le pregunto de las inquietudes que vayan surgiendo sobre la marcha.
El cubano de a pie tiene pocas esperanzas que se levante el bloqueo económico y se reestablezcan las relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Más de un cubano coincidió en decirme lo mismo. Lo que sale en medios internacionales, parece ser que está alejado de la realidad.
Casi todas las empresas, sean entidades públicas o locales comerciales de servicio son del Estado. Pocas empresas son privadas.
El salario promedio de una persona que trabaja en Cuba es de entre 500 a 750 pesos cubanos, que equivalen entre 20 y 30 dólares. Los periodistas, sea de radio, televisión o periódicos, están incluidos en ese rango, y algunos profesionales de otras áreas ganan más dinero. El cubano de a pie se las ingenia para sobrevivir porque los salarios no les alcanzan.
Además de los pesos cubanos, acá circulan los pesos convertibles conocidos como CUC, el cual es una moneda sólo para extranjeros. Si un extranjero paga con CUC, el cubano debe cambiarlo a pesos locales. Un CUC equivale a 25 pesos cubanos, aunque al cambiarlo el banco le da uno menos, es decir 24. Además un CUC es lo que equivaldría a un dólar.
Un pantalón jeans cuesta 30 o más dólares y un sueter de 12 a 20 dólares y allí el dilema: elegir entre comer o vestirse. El internet es un lujo. Los centros educativos y algunos colegios tiene internet vía wifi. Hace apenas unos cinco años les llego la tecnología. Sólo funcionan las redes sociales de Facebook, twitter y whatsapp para el que tenga wifi. Hace poco menos de un año hay servicio de correo electrónico y es controlado por el gobierno.
Pese a todas estas situaciones, Cuba como país es libre a su manera. El poco acceso a redes sociales me ha permitido vivir esa libertad de no estar pendiente a que te envíen mensajes de texto por redes sociales, o que te llamen cada cinco minutos mientras transitas a diario con el tráfico pesado de la capital panameña. Por Cuba caminas tranquilo a cualquier hora del día o noche sin temor a que te roben. La gente amanece en los parques y vías públicas, hablando, cantando, jugando o bebiendo licor. Sí eso, que sorpresa me lleve. En Cuba te permiten caminar por la vía pública tomando licor, mientras que en Panamá eso es prohibido y te llevan preso si hace falta.
Las actividades culturales y deportivas abundan y son gratis. El joven de Cuba tiene en qué y cómo divertirse. La educación y la salud es gratuita. Tienen sus propios artistas, su propia música, comida, servicios y productos. Sólo pocas cosas son traídas de otros países.
Ya en clases de postgrado, hablar con un periodista cubano de los nueve que participan, es oir de primera mano una caretilla de palabras e información a gran velocidad. El nivel intelectual del reportero cubano es altamente superior: manejan de memoria cifras, datos, fechas y nombres de eventos deportivos, sociales, políticos y culturales. Puedes preguntar lo que quieras y de cualquier tema: el cubano te responde de inmediato sin recurrir a un libro o sitio web que le diga fechas y acontecimientos. Y los profesores son iguales de cultos y versados que los reporteros.
Aquí los profesores ejercen periodismo desde hace muchos años. Otra grata sorpresa cuando en mi país hay docentes de periodismo que nunca han salido a la calle a buscar una noticia y existen personas de otras profesiones ejerciendo como periodistas sin tener siquiera un título que los avale.
Esta es la Cuba que percibo y en la que por dos semanas he absorbido todo el conocimiento posible. Para entender la realidad de un país hay que conocerlo por dentro y eso es lo que he hecho. No basta con leer todo lo que se dice en internet.
Más de una vez he pensado que este país vive en medio de una jaula dentro de un convulso y acelerado continente americano. Aun cuando la vida les ha tratado duro, el cubano de a pie respeta a propios y extraños.
Mis amigos cubanos ya me dicen que si me quedara unos meses más, paso como un ciudadano más de este país. Ya hablo muchas de las palabras que se utilizan aquí, se me hasta sus significados y en muchas ocasiones dejo de mencionar la letra “R” cuando va intercalada entre una palabra.
“Que volá asere”, “tu tas loco chico”, “tengo el caburado vacio”. Eso por lo mencionar algunas frases.
Sonrio antes de terminar porque sin darme cuenta al escribir, estaba haciéndolo así como hablan los cubanos. Redacté “sopresa” en vez de “sorpresa”.